Análisis

Desde El War Room… Por un Tal PELAFUSTÁN

Spread the love

– El día que fuí chofer de Julio César Chávez por tres horas*

 

Aquél viernes 05 de julio de 1985, me encontraba en el despacho de Víctor Manuel Barrantes (+), Dirigente del PRI Culiacán, cuando de pronto, entra a la oficina Daniel Viesca Monsiváis (+), contador de Julio César Chávez y quien presidía en ese momento la famosa Asociación Política José María Morelos y Pavón.

Se le acerca a Barrantes y a bocajarro le dice, «Don Víctor, le traigo buenas noticias, me confirmó Julio que viene el próximo martes 09 de julio, llueve o truene, seres después de su pelea con Roger Mayweather y que lo acompañará a gira por Culiacán».

Barrantes, de eso pedía su limosna, andaba urgido de ser tomado en cuenta, ya estaban cerca las elecciones y quería ser diputado.

De pronto, voltea y me dice «usted don PELAFUSTÁN, será el chófer de Chávez, nada nos puede fallar».

Ese 7 de julio, Chávez, logró la hazaña; derrotó a Roger Mayweather por la vía del nocaut en el segundo asalto en Las Vegas.

En aquél tiempo, Chávez saltó a la fama de la noche a la mañana, estaba lleno de Juventud y energía, con dinero que tiraba a diestra y siniestra, recuerdo que llegó a Culiacán el lunes 8 y el martes 09 a las 8 de la mañana se presentó en forma puntual a la oficina del PRI, allá por la Francisco Villa, ya lo esperaba, Víctor Barrantes, Daniel Viesca, Fausto León Jacobo y un servidor, me llamó la atención que cuando nos presentaron, me trató con mucha familiaridad, «tocayo para acá, tocayo para allá», íbamos en una camioneta tipo suburban, don PELAFUSTÁN o sea yo, era el chófer, a mi lado derecho llevaba como copiloto al nobel campeón mundial de boxeo, el ídolo Julio César Chávez, atrás, Víctor Barrantes y Fausto León Jacobo, Chávez, todavía con el rostro inflamado por los golpes recibidos, con el ojo derecho medio cerrado por la hinchazón, sin embargo, aguantó bara, allí estaba; había cumplido.

De pronto me dice, «tocayo, vamos al Palmito» y allí empezó la gira, nos llevó a diferentes lugares donde pasó su infancia y juventud, recuerdo que no dejaba de comer cacahuates que con destreza les quitaba la cáscara y después, dos tragos seguidos de una Pacífico bien helada que Fausto León Jacobo, pasaba cada pocos minutos.

Atrás de nosotros, venía una camioneta de redilas llena de despensas y Chávez, traía con él, al menos dos cajitas de zapatos, llenó de sobres amarillos que contenía cada uno 500 pesos en efectivo.

Al principio, Chávez y Barrantes, bajaban felices y contentos a saludar a la raza, cuando llegábamos ya había decenas y decenas de habitantes esperando saludar al campeón que contento, entregaba una despensa y un sobre.

Todo súper bien diría un político, Chávez, a pesar de la m4driz4 recibida, aguantaba y estoico cumplía con su promesa de apoyar a Barrantes.

Fuimos como a cuatro o cinco lugares distintos, el campeón, ya sentía el cansancio y el resultado de varias pacíficos, de pronto me dice, «tocayo, a chingar a su m4dr3 esto, ya estoy cansado y tengo hambre, jalate pa’ los Arcos, quiero mariscos».

Sin embargo, antes de irnos, llama a los que veían en la camioneta de redilas y le dice, «sigan entregando c4brõnes las despensas y el dinero». Chávez, les soltó las cajas de zapatos casi llena de sobres con dinero, yo nomás «milando como el chinito».

Nos fuimos a los arcos, Chávez, se sentó frente a un servidor, a mi lado el presidente del PRI y Fausto León Jacobo, a la postre Secretario de Educación, con Chávez, su preparador físico, Daniel Castro Ugalde, cuando me doy cuenta, éramos más de 20 personas que ni supe de dónde salieron, obvio por allí, estaban los enviados de Chávez a entregar las despensas y los sobres, obvio, se quedaron con el mandado, era cuando apenas empezaban abusar del campeón que todo les daba a cambio de compañía y de adulación.

Hasta allí llegué como chofer, me despedí de Chávez y me dijo que lo buscará en lo que se me ofreciera, en teoría quedamos como amigos, jamás lo busqué, de hecho, hace un poco más de un año, me lo encontré en el aereopuerto de la CDMX, lo saludé, pero, ni siquiera de acordó de mí, me ignoró. Obvio, han pasado muchos años y su vida a dado giros espectadores.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *